(RE) CAPITULACIONES

(RE) CAPITULACIONES

Me hago viejo. Algunas veces no sabría decir si demasiado rápido o demasiado despacio. Depende del día que tenga, supongo. Y no me refiero sólo a la merma de capacidades físicas, tan naturales como crueles

(quizás lo segundo sea una consecuencia irremediable de lo primero). No. Me refiero también, y sobre todo, a la incredulidad con la que contemplo el devenir y el deambular de esta sociedad de la que formo (creo) parte. Aunque tal vez haya elegido mal el sustantivo porque, ante cualquier suceso, ya creo posible cualquier reacción, por anómala o descabellada que pudiera parecer. Y eso es, precisamente, lo que me hace ver que estoy viejo, además de serlo, esa sensación de no encajar en un mundo raro, en una sociedad que ha pretendido y conseguido dejarme atrás con la excusa del progreso.

   ¿Cómo podría decirlo sin que sonara vulgar? Nos vamos a la mierda. Lo siento, no he podido. Hemos caído en unas redes urdidas con paciencia y astucia maquiavélicas de las que, desengañémonos, nos será imposible escapar. Y será así porque esa malla, almadraba o jábega ha sido tejida y fabricada con el más adecuado y perfecto material para su pérfido propósito; nosotros mismos, con nuestra envidia y nuestra codicia como filamentos irrompibles. Jugamos al juego al que nos hacen jugar y ni tan siquiera nos cuestionamos las reglas, simplemente las acatamos. En los trabajos nos han grabado el concepto de productividad en el subconsciente del mismo modo que hemos asumido que este no tiene necesariamente que ir ligado a un aumento de nuestros sueldos o una mejora de nuestras condiciones laborales. En el médico hemos de resignarnos a visitas telefónicas (lo que es una contradicción en sí misma), en los bancos u organismos de la administración, a hacer nosotros el trabajo online y, además, pagar por ello, lo mismo que en las gasolineras, en los peajes de las autopistas...Nos han programado para necesitar para esta tarde o mañana, artículos que hasta ayer no nos urgían y que compramos a grandes multinacionales opacas en pago de impuestos y derechos laborales, sin que nos importen ni la explotación laboral ni la pérdida de puestos de trabajo, simplemente porque los tendremos baratos y rápido. Hipotecamos el futuro del planeta, su medio ambiente (que es el nuestro), por tener el coche que nos dé la gana, el último modelo de Smartphone o comernos el chuletón que nos apetezca sin importarnos los recursos naturales ingentes necesarios para disfrutar de nuestros caprichos. Y eso cuando lo son, porque los urdidores de redes, si algo han hecho bien, es hacernos pasar por necesario lo que, hasta hace unos años, nos era totalmente prescindible. Y estos son sólo problemas de blancos. Todo esto sucede mientras la mitad del mundo se muere de hambre ante nuestra pasividad.

   Y lo más genial del plan es la anticipación a una posible respuesta. Saben que, precisamente por nuestra condición humana, nos despedazaremos entre nosotros y nos dividiremos en bandos y trincheras antes que tomar conciencia y hacer un frente común ante los despropósitos. Cuentan con la seguridad que da la experiencia, siempre ha sido así. Saben que lo que nos preocupa no es que haya pobres, enfermos, ilegales, desahuciados, refugiados o parias, sino no serlo nosotros. Y en eso, y sólo en eso, pondremos todos nuestros esfuerzos. Así es, por cruel que pueda parecernos. Claro que hay gente distinta que pretende cambiar las cosas, pero su lucha es inútil. Ser herida o ser navaja. A eso se ha reducido esta sociedad. Y los jóvenes lo han aprendido muy pronto.

   A veces queremos creer que la juventud de ahora y nosotros somos muy diferentes, pero, en realidad, como dijo un sabio, nosotros hablamos de viejas batallas perdidas y ellos de nuevas batallas que aún no saben que van a perder. Pero, en el fondo, se trata de la misma sucia guerra.

Sé que me ha salido un artículo muy escéptico (y más para estas fechas de alegría y vacaciones) pero, como dijo una vez un científico en un congreso sobre fenómenos paranormales: “Quien crea en la telequinesis, que levante mi mano”.

  Salud a todos.

Ismael Pérez de Pedro.

Poeta.