DEL PARAÍSO AL INFIERNO

DEL PARAÍSO AL INFIERNO

Siento paz. Entre el verde predominante, la fuente rosada, alargada como un huso, me da la bienvenida.

Sé que es una fuente por sus surtidores, pero se asemeja a una gran planta, con algunas aves extrañas posadas en ella. Podrían ser pájaros del paraíso, de formas raras y plumajes espectaculares. 

La contemplación de la fuente prolonga mi paz del principio. Solo hay algo que distorsiona mi mente: animales blancos que recuerdan a algunos muy conocidos. Una jirafa y un elefante destacan por esa coloración pálida, pero no me parece que estén en el lugar correcto. Su sitio es la sabana africana, con sus grandes llanuras, de poca vegetación. Aquí el entorno es verde y florido y el agua del estanque refresca el ambiente. Algo impensable en plena sabana.

La serenidad y la armonía que disfruto ante mis ojos está desapareciendo. De pronto, no creo estar en un espacio pacífico. A pesar de las bandadas de aves volando en calma y en formación, a pesar de la fuente rosada, a pesar de los bellos árboles florecidos, siento violencia.

Violencia en las montañas lejanas, grises y retorcidas. Violencia en el cielo, que no es azul. Violencia en la leona que devora una gacela panza arriba, ya a merced de su cazadora. Violencia en el extravagante perro de solo dos patas y corto cuello. Un toro me mira fijamente y no es un toro cualquiera: tiene cola de reptil. Violencia, pues, mientras un animal se come a otro y el mundo que veo se llena de incongruencias.

Estoy hecha un lío. Lo que creía un paraíso se acerca al infierno, y a ratos no sé distinguir uno de otro. Ni siquiera las perspectivas son las que deberían.

Es como si todo a mi alrededor condujera al desastre, como si lo que contemplo fuera el preludio de la catástrofe. Como si Adán aún no se hubiese comido la manzana, y estuviese a punto de hacerlo. Atento al primer mordisco del fruto que Eva le ofrece, sin haberlo dado todavía. Como las nubes que anuncian tormenta, como el viento que las empuja y excita.

El búho que me mira desde el interior de la fuente no está ahí para darme suerte. Creo que cumple otra función para mí ahora. Intuyo que quiere avisarme de que mi mundo habrá cambiado para mal, no para bien, en cuanto abra los ojos, en cuanto despierte de este sueño extravagante que ya me está haciendo sudar.

Me levanto empapada. Pasarán algunas horas más para descubrir que un huracán ha arrasado la zona donde una parte de mi familia veraneaba. Un paraíso se habrá convertido en un infierno, pero yo aún no lo sé.

Patricia Aliu

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