TIEMPO
Si comprimimos, a modo de ejercicio, los quince mil millones de años que dicen los expertos que han pasado desde el Big Bang que dio origen al universo hasta este mismo momento en el que estás leyendo estas líneas,
si lo comprimimos, digo, en un solo año, nos podemos hacer una idea más clara de dos conceptos aparentemente antagónicos: la eternidad y lo efímero. El divulgador y científico Carl Sagan fue el primero, o uno de los primeros, en hacerlo. Bajo esa premisa, contando que la gran explosión que dio origen a todo sucediera el uno de enero, podemos derivar datos tan curiosos como que nuestra galaxia no se habría formado hasta el primero de mayo, nuestro sistema solar hasta el nueve de septiembre, y aún tendríamos que esperar cinco días más para que apareciera este planeta nuestro en el que, por poner un ejemplo, las primeras plantas no surgirían hasta el veinte de diciembre, los dinosaurios sólo estuvieron en la Tierra cinco días, del veinticuatro al veintiocho de ese mismo mes, y que nosotros, el ser humano como lo conocemos, no llegamos a la fiesta de la existencia hasta las diez y media del treinta y uno de ese mismo diciembre en el que cosmológicamente estaríamos en este momento. Todavía tardaríamos una hora y cuarto en aprender a servirnos del fuego, y toda la historia de la humanidad se desarrollaría en los minutos anteriores a las campanadas de fin de año. Siglos y milenios de civilización, con sus enormes logros, sus esplendorosos y horribles hitos, apenas ocupan una horita en la inmensidad de la existencia.
Imagino que el odio y el recelo se crearían en idéntica fecha que el ser humano mismo. Así que hagan ustedes sus vidas, ejercicios como este sirven tanto para pensar que no vale la pena tomarse nada demasiado en serio como, dado lo efímero de todo, para precisamente lo contrario. Piensen que internet y las redes sociales que ejercen de jueces y ponen y quitan gobiernos, acaban de aparecer al morder la primera uva y es muy probable que ya no estén al llevarse a la boca la segunda.
Podemos pretender dejar estelas en la mar haciendo nuestro propio camino, pero, no nos engañemos, estas también desaparecerán más pronto que tarde. Aunque eso es, como hemos visto, relativo.
Ismael Pérez de Pedro.
Poeta.