LA FIESTA

LA FIESTA

Vestimentas de todos los colores, máscaras mostrando parte de los rostros o sólo los ojos, polvos de talco, música, gente por todas partes y feliz, bailes, sonrisas, chanzas compartidas y copas entrechocando

por doquier al ritmo de cien brindis. La escena no recuerda en absoluto lo que sucedió hace veinte años. Ya no hay tierra enfurecida, ningún río ardiente corre por las calles y destruye todo a su paso, todos están a salvo y nadie quiere rememorar en voz alta nada de nada de lo que ocurrió. Aunque la celebración sea un homenaje a quienes lo perdieron todo, sus casas, sus recuerdos, sus plataneros, sus animales y, algunos, incluso a seres queridos.

La vida se renueva a cada instante y sobrevivimos. Superamos aquel horror de meses que surgió de repente, después del aviso de terremotos frecuentes. Ver cómo todo a nuestro alrededor iba desapareciendo sin piedad no deseamos recordarlo hoy. Hoy estamos para reír, para hacer corros con los vecinos y saltar alrededor de las mesas con las caras sonrosadas y las carcajadas a punto. Hoy estamos para saber que fuimos, que somos supervivientes, que el tiempo pasa de forma inclemente, no se detiene por más que nos empeñemos. Y sonreímos. Y vemos las miradas chispeantes de nuestros vecinos, de nuestros amigos, de nuestros familiares y compañeros de trabajo.

Festejamos entre guirnaldas la victoria de seguir enteros a pesar del fuego, la ceniza, las rocas enormes descendiendo por cascadas de ira al rojo vivo, el miedo, la incertidumbre y la tristeza.

Es nuestra fiesta de disfraces, la mejor que recordaremos. Nos rodean las cumbres viejas que durante demasiado tiempo nos aterrorizaron y la vida va recomenzando. Lo hace despacio, casi imperceptible, pero la renovación empieza. Como siempre, o como debería hacerlo siempre.

Hoy tan sólo los colores y la alegría están con nosotros. El orden impera. El desorden y el caos ya no son nuestros dueños. Si se les ocurre volver, aquí seguiremos, en pie, como aquella abuela de más de 90 años que ya se fue. Ella tuvo nuestro mismo pavor, ella vivió lo mismo que nosotros hace dos décadas, y también cincuenta años antes, aunque en menor medida.

Somos fuertes, somos invencibles si nos unimos. Si la tierra vuelve a escupir terror, allí estaremos para plantarle cara.

Patricia Aliu  

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