¿A QUÉ HUELEN LAS PIÑAS?

¿A QUÉ HUELEN LAS PIÑAS?

De pronto, como un plan urdido por algún seguidor de Bosé o Djokovic, me llegan desde muchos lugares noticias inquietantes sobre los efectos de las vacunas.

Eli: se me ha alterado la regla. ¡Yo, que era un reloj!

Miguel Ángel: ¡las dichosas vacunas me han

ocasionado una fibrosis pulmonar! 

Aurora: mi tío hace quince años se curó de un cáncer, pero ahora ¡le ha rebrotado con la vacuna!.

A Eli, su doctora de cabecera le dice que esas irregularidades en su periodo pueden ser que sí o pueden ser que no una consecuencia de la vacuna.

Miguel Ángel consulta con la neumóloga sobre esa posibilidad, pero la doctora le informa que desconoce si su enfermedad tiene relación con los rumores que circulan.

Al tío de Aurora, su oncólogo le asegura con rotundidad que “al mal lo ha despertado” la vacuna.

Hemos pasado de tener miedo al covid, a tenérselo a las vacunas. ¡Qué tristeza!

Tras otra noche de insomnio, una luz novicia sacude mi ventana.

Kalita, tiene seis años y me espera a las 12 para que la rescate del colegio, a donde acude de muy mala gana, pues este año no termina de congeniar con su nueva profesora.

Por el camino, vuelvo a ver la hiedra que está cada vez más rojiza, con su tiempo ya a punto de cumplirse. Otoño, sus luces y lo que en ellas habita. La herencia de un verano cada vez más largo, más feroz, que impone su ley de malas costumbres.

A la vuelta, encuentro en el suelo una preciosa piña, tal vez la perdió un muchacho al que vi al pasar, que llevaba un saco y un gancho en una pértiga larga. Se la enseño a la niña y me vengo arriba, pues por un momento me creo Félix Rodríguez de la Fuente y le digo con la audacia que pone la altivez:

—¡Huele! En ella está el olor de la naturaleza, de la creación, de la vida, de la madre tierra con el delicado perfume de la madera.

La toma entre sus manitas, se la acerca a la nariz, la percibe y me dice:

—¡Avi, creo que a lo que huele la piña es a resina!

Felipe Sérvulo