PAZ Y AMOR

PAZ Y AMOR

Escuché una vez que en un partido de fútbol disputado en Zaragoza, se enfrentaron en competición europea el equipo local y uno inglés, el Chelsea, creo recordar.

Parece ser que algún lance del juego provocó un malestar creciente y generalizado en las gradas de los aficionados visitantes que, como suele ser común en estos acontecimientos deportivos, derivaron en enfrentamientos de carácter violento entre los hinchas ingleses y los miembros de la seguridad del estadio, policía incluida. Pues bien, desde las gradas ocupadas por los aficionados locales, como grito de guerra tristemente puesto de moda por un entrenador años antes (que se negó a que su compañero masajista auxiliara a un jugador del equipo contrario que había caído lesionado junto a su banquillo al grito de “a ese no lo ayudes, al contrario, písalo, que no es de los nuestros”), parece ser, digo, que desde las gradas comenzaron a gritar todos eso de “písalo, písalo” a los policías, para que emplearan con contundencia sus porras sobre los lomos de la hinchada inglesa. En cuestión de segundos, todo el estadio coreaba al unísono tan deplorable soniquete, ante la atónita mirada de los propios jugadores que, absortos, habían parado el partido, incrédulos ante tamaño espectáculo. Pues bien, tras varios segundos de ese estruendoso “písalo, písalo, písalo” pronunciado sílaba a sílaba que resonaba sobre el terreno de juego, milagrosamente, las hostilidades cesaron, y los aficionados del equipo visitante volvieron a sus localidades calmados y comedidos, incluso, cuentan, muchos de ellos comenzaron a aplaudir o a realizar con sus manos gestos de perdón dirigidos a la grada contraria. El partido se reanudó sin más incidentes, terminando con la victoria local. Al día siguiente, la prensa deportiva inglesa destacaba en sus portadas una lección de deportividad y concordia que para los periódicos y los aficionados españoles había pasado desapercibida. Titulaban los rotativos británicos que los espectadores españoles habían logrado aplacar los incidentes violentos que se produjeron en las gradas del Chelsea al grito esperanzador de “peace and love, peace and love”, logrando no sólo una victoria deportiva sino moral frente a sus adversarios.

Evidentemente, todo se debió a una confusión idiomática, a una suerte de homofonía salvadora que calmó los ánimos y evitó mayores daños.

No puedo asegurar que la anécdota sea cierta, en cualquier caso, valga aquello de “se non è vero, è ben trovato”, pero últimamente no dejo de darle vueltas a que, como está el mundo, tal vez sólo un error, una confusión, pueda salvarnos ya del desastre más absoluto porque, con los supuestos aciertos de los que tan orgullosos nos sentimos unos y otros, la cosa no tiene pinta de acabar bien. Salud.

Ismael Pérez de Pedro.

Poeta