Una puesta de sol

Una puesta de sol

Viendo una puesta de sol me asalta la duda de qué tipo de belleza podría ser. ¿Puede tener alguna relación, por ejemplo, con el Moisés de Miguel Ángel? Recuerdo, entonces, que para aclarar la percepción

sobre la belleza se han suscitado debates en épocas de la historia y que, incluso, han terciado los filósofos.

Así, podemos percibir que un objeto guarda un orden y unas proporciones perfectas, o sea, que «es bello por sí mismo». Tengo entendido que Platón decía que esa era una belleza «objetiva».

La cuestión puede complicarse y pensar que un objeto es bello, porque así nos lo dicta nuestra sensibilidad y formación. Aristóteles nos indica que esa era la belleza «subjetiva».

Pero esos postulados no me aclaran demasiado y no sabría dónde englobar mi crepúsculo, en el que predominan el equilibrio y una armonía ideal. Es para mí, belleza subjetiva y objetiva a la vez.

Entonces, vuelvo al punto de partida de mi pregunta y me planteo que, tal vez, llegado el momento, lo mejor sería dirigir mi mirada al ocaso y aplaudir los últimos rayos del día.

Al fin y al cabo, Santiago Rusiñol y sus amigos del Cau Ferrat solían hacerlo en Sitges.

Felipe Sérvulo

Foto: Ximena Prada  (Cape May, New Jersey)