TRES PATAS PARA UN BANCO

TRES PATAS PARA UN BANCO

Empezaré como en los monólogos de stand up comedy. ¿Os habéis parado a pensar en la cantidad indecente de trabajadores que ha despedido

la banca? Nuevamente tras una crisis que deja al ciudadano medio cada vez más bajo y al bajo a la intemperie, que diría el gran Aute, los grandes bancos aumentan pornográficamente sus beneficios, del orden de casi ocho mil millones en el primer trimestre del año. Eso contando sólo (déjenme que lo siga acentuando) las cinco primeras grandes entidades. Más del cuarenta por ciento de ese montante lo ha conseguido Caixabank ella solita, bueno, ella solita no, con la absorción de Bankia. Entidades que, conviene recordar, aún no han devuelto los sesenta mil millones de euros del rescate de la anterior crisis. Ni los devolverán. Eso podríamos considerarlo la primera pata.

   Como el negocio les va viento en popa mientras a los demás nos va en pompa—perdón por el chiste malo—podríamos pensar que nos bajarían los intereses y las comisiones. Pues no—y ese es un chiste aún peor que el anterior—si me permiten. No sólo no han bajado las comisiones, sino que nos las han subido, en cohete. Pero no como el chino ese que cayó teniendo en vilo a medio planeta, no; en un cohete de esos que nos explota en las narices siempre a los mismos, curiosamente a los que no lo hemos lanzado. Puedes librarte de ellas, eso sí, basta con que domicilies tu ADN y algún pelo, o contrates seguros que no necesitas, más caros que las propias comisiones.

¿Han preguntado alguna vez qué hace el banco con el dinero que le tenemos depositado? , ¿acaso no les rinde?, ¿nos piden permiso para moverlo y obtener ganancias con ello o hemos de pensar que no lo hacen? A pesar de los cuantiosos beneficios,¿ les cuesta dinero tener el nuestro en custodia? Pero dejemos este Trivial del que todos sabemos las respuestas y a quién roban los quesitos. Esta podría ser la segunda pata.

   Recapitulemos; sus beneficios suben, sus comisiones aumentan. Trabajarán más, ¿no?, es lo que nos piden al resto de los mortales los banqueros (y grandes empresarios), a veces de manera directa y otras hablando a través de esos guiñoles y marionetas que tienen a sueldo, ¿cómo se llaman?, ah, sí, los políticos...Pues no, no trabajan más. Han despedido a decenas de miles, así, como el que asalta la nevera después de hacer footing (con lo bonito que es decir salir a correr— o sortir a córrer—, haya paz) y que es fotin (y perdón por el enésimo chiste malo, ya acabo, lo prometo). Además, el trabajo, con esto de la comodidad de la banca online, lo hacemos nosotros en gran medida, el nuestro y el de nuestros padres y abuelos, por cierto, esos mismos que vemos ya formar parte del paisaje haciendo cola en todas partes como hace setenta años. Esa podría ser la tercera pata.

   Y la cuarta pata, si me permiten, podríamos ser nosotros, los que consentimos todo, los que salimos a celebrar goles y ayusadas o pabladas, pero nos quedamos en casita para estos temas. Los que pagamos por ponernos la gasolina, por sacarnos los billetes de avión o tren, por montarnos los muebles, por hacer transferencias y pagos, por matricularnos en escuelas, por tramitar documentos, por hacernos la cuenta en cada vez más grandes superficies, por rellenarnos los impresos, por colocarnos el router y verificar la conexión que pagamos, por cierto, como sangre de unicornio. Nosotros, sí, somos la cuarta pata, la más débil. Y lo saben.

Ismael Pérez de Pedro

Poeta