EL ÚLTIMO VIAJE  (Kenningar cerca de Sant Jordi)

EL ÚLTIMO VIAJE (Kenningar cerca de Sant Jordi)

El protector de su hogar acaba de morir. Sola, sin su compañero de vida, ya no sabe estar. Ni en el mundo, ni dentro de su cabeza.

Ahora tiene que ser fuerte y endurecer la víscera que le late en el centro del pecho. Ha de seguir criando a sus hijos, a los vástagos del amor que siempre hubo entre los dos. Tiene que conseguir que crezcan, como los guardianes del bosque que nunca pierden sus hojas y siguen plantados en la tierra hasta su fin. Debe continuar. Cuidar, arar, sembrar los surcos del suelo que todos los días alimentaba ella mientras el dueño de su casa partía hacia el horizonte vestido y armado como vikingo, en busca de tesoros inciertos.

Ella sabe que tiene que buscar otro rey para sus paredes, para los retoños del hombre guerrero, del hombre pirata que recién la ha abandonado a su pesar. Pero también sabe que debe acallar sus pensamientos, sus miedos. Ahora debe preocuparse de despedir a su amado como se merece y que todo el pueblo esté presente en su homenaje.

Adorna la preciosa nave de madera oscura y bruñida que guardaban para el acontecimiento. Es la última morada del amo de su alma, del príncipe de sus sensaciones. Prepara a su hombre con el respeto que siempre le ha inspirado, lo lleva a su casa postrera y avisa a los niños, a los adultos, a los ancianos, a todos sus vecinos.

Hombres de la aldea se ofrecen para empujar el drakkar mar adentro La mujer saca al sol de su hogar e inflama la flecha del arquero, que convierte en fuego las velas del barco. Y el baile de las llamas ondea llevándose al otro lado, muy lejos, a aquel al que ha amado desde siempre.

Patricia Aliu

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