Calcetines de saldo

Calcetines de saldo

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Se filtran entre los artesonados los pliegues

añiles de la tarde y se oye el viento silbar

enhebrando los disparos del tiempo

en los cristales translúcidos de las ventanas.

 Tres décadas después

sigue la ermita en pie sobre un silencio de piedra,

sigue abandonada y sigue vieja, casi igual

que la última vez que tus piernas ascendieron

(entonces sin esfuerzo) esa senda

tan a trasmano ya de tu recuerdo.

Has escrutado a fondo sus estragos,

las cicatrices secas en la puerta,

la herrumbre en la cancela del olvido,

los nichos que el invierno

alquiló entre las tejas,

has escrutado a fondo y te has buscado

en esa bisoñez de adolescencia.

Ya nada o casi nada queda en ti

de aquel imberbe en pantalones cortos,

supones, nerudiano, que tampoco los otros

seguirán siendo los mismos, aquellos

aprendices pubescentes que desembalaban

con fruición la vida en los soportales

de aquel viejo edificio abandonado.

 

Ibais allí hace siglos a fabricar el tiempo,

a escapar de las leyes adultas y arbitrarias,

a reír con la toses del primer cigarrillo

o a subir con los ojos el tergal de una falda.

 

Hoy una valla al borde del camino

anuncia la inminente construcción

de un centro comercial en la dehesa

y el próximo verano, en el lugar que ahora ocupa

el alféizar en el que grabasteis vuestros nombres,

alguien abrirá su portátil para enviar por email

rutinas en arial de doce puntos,

o se descargará el silencio en pedeefe

mientras en los carteles promocionan

sandalias de rebajas, calcetines de saldo

y un dos por uno en sueños incumplidos.

 

Deslizas lentamente las yemas de tus dedos

por el muro de atrás de la memoria

como si pretendieras leer en sus renglones

calcáreos los restos de un ayer escrito en braille.

Apenas ya recuerdas

los nombres de quienes te han olvidado.

De golpe se hace tarde,

las nubes se abren paso y van napando tu infancia,

pronto un cielo mal pintado dejará caer

la lluvia mansamente por los campos.

 

De golpe se ha hecho tarde

y vuelves a marcharte senda abajo,

acaso de camino a otra nostalgia.

 

Ismael Pérez de Pedro

Poeta