CONVERSACIONES DE L’ANTIC CAFÈ IV (NAVIDAD)

CONVERSACIONES DE L’ANTIC CAFÈ IV (NAVIDAD)

Imprimir

Al bar de los locos ha llegado la navidad. Los ventanales presentan motivos típicos pintados con tiza líquida de varios colores; campanas, renos y trineos, lazos…De las paredes y techos cuelgan toda suerte de guirnaldas y espumillones, incluso los responsables de la cafetería

se han ataviado con un gorrito rojo y ponen de vez en cuando un villancico chino, siempre el mismo, porque en China, según dicen, también se celebran estas fechas en algunas grandes ciudades (aunque allí no sea día festivo), no tanto por la influencia religiosa católica, aunque una minoría sí que profese esa creencia, como por un reclamo meramente visual y consumista. Vamos, diría yo que como aquí.

El caso es que a Antonio le han dejado hoy salir del centro sociosanitario en el que vive desde hace varios años para poder saludar a sus amigos del bar, como él los llama. Antonio no tiene a nadie, o por lo menos a ningún familiar que se haga cargo de él. La administración pública le procura habitación y comida y cuidados. Tendrá cerca de los setenta años, aunque bien pudieran ser menos porque la soledad (al menos la no deseada) envejece muchísimo. Tampoco, la verdad, se lo hemos preguntado nunca. Algunas veces ha intentado salir del centro sin permiso para pasarse un rato por el bar, pero las trabajadoras lo han interceptado a tiempo. No puede salir sin la compañía de algún responsable del centro, aunque me consta que alguna vez lo ha hecho. Tampoco puede recibir ropa (también me consta) aunque vista todo el mes con dos o tres mudas que le van lavando allí. Bueno, sí puede si antes el donante pasa por unos trámites burocráticos que hacen que, al finalizarlos, probablemente ya no le sirva. Pero claro, la navidad tiene esa magia que enternece los corazones de los estrictos funcionarios y estos días le es permitido recibir regalos y, de tal modo, si el pantalón y el jersey van envueltos en un colorido papel rematado con un vistoso lazo tachonado de purpurina, pues pasa automáticamente todos los estrictos y dilatados controles que en cualquier otra fecha se solapan y eternizan. No hay nada que no pueda conseguir Papá Noel.

Y ahí lo he dejado, con sus amigos del bar y un café con napolitana de crema.  Con su acompañante del centro, naturalmente. Y con los ojos mucho más iluminados que de costumbre, diciendo que debería ser navidad todo el año. 

Y quién le va a decir que uno no soporta el artificio y la insufrible hipocresía de estos días si, en el fondo, quizá la navidad sea eso, iluminar, aunque sólo sea por un momento y un poquito, los ojos de la soledad. Ya habrá tiempo el resto del año para andar a tientas entre todas nuestras oscuridades.

Salgan y respiren porque, sin oxígeno, las ilusiones se apagan. 

Felices fiestas.

Ismael Pérez de Pedro.

Poeta.