NADA NUEVO BAJO EL SOL (Ismaeladas)

NADA NUEVO BAJO EL SOL (Ismaeladas)

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Termina agosto, como casi siempre, con lluvia, resaca y una cierta sensación de incertidumbre y desasosiego

quizás más acuciada que otros veranos. El otoño, dicen los expertos, va a ser muy duro, y tenemos que empezar a acostumbrarnos a que se ha terminado la época de la abundancia, según comentan los principales líderes. Lo que temo es que esos mismos líderes son los que, a la hora de sacar la tijera, consideren, como siempre, que en la abundancia han estado nadando los parados, los mileuristas, los pensionistas, los trabajadores temporales, los explotados, los que van( o lo intentan) a trabajar en cercanías, los miles que han muerto como consecuencia del calor por no tener aire acondicionado o por no poder ponerlo, los que hace meses o años que esperan (o esperamos) una resonancia magnética, los que acuden a urgencias de un hospital y les atiende, entre comillas, alguien al otro lado de una pantalla de televisión, los que trabajan ocho o diez horas pero cotizan cuatro o ninguna, los que tienen que dejar de trabajar para cuidar a sus familiares enfermos porque no tienen recursos para que estos sean mejor atendidos, los que esperan cobrar algún día la ley de dependencia o las indemnizaciones por haber sido víctimas de incendios o cualquier otra catástrofe natural…Y así podríamos seguir un buen rato.

Sobre todos estos caerán los recortes, los más duros, como siempre. Y, como siempre también, medio país, estado, nación o lo que carajo seamos o creamos ser, estará de acuerdo o no según sean quienes los apliquen; los suyos o los otros.

No sé si es así, pero a mí me lo parece. Creo que hemos llegado ya a un nivel de polarización tan peligroso que muchos, antes de decir si están de acuerdo o no con una idea o una propuesta, preguntan antes quién la ha planteado, no vaya a ser que su respuesta entre en contradicción con el argumentario de sus líderes, o, más bien, que coincida con el de aquellos a los que tanto aborrece, teniendo que recurrir entonces para justificarse a una suerte de disonancia cognitiva o sesgo de confirmación cuyos argumentos son siempre ridículos. De este modo, que un político se salte la ley o pretenda incumplirla, pues está bien o mal dependiendo de si lo hemos votado o no, y son (somos) capaces de armar un conflicto insalvable por una corbata, un grado más o menos en el aire acondicionado (que, por cierto, solo usa un 30% de la población), o unas luces de escaparates encendidas o apagadas de madrugada. Oigan, y luego, si cambian las tornas y conviene, pues donde dije digo digo Diego y aquí paz y en tu casa a oscuras. Lo dicho, acuérdense de no nadar ustedes en la abundancia, supriman (el que pudiera hacerlo) ese café o esa cañita a la salida del trabajo para desconectar de las tensiones, que vienen vacas flacas y, por un criterio que se me escapa, los pobres y los curritos (que muchas veces son ya las dos cosas a la vez) volvemos a ser los culpables. Eso sí, seguiremos despedazándonos entre nosotros. Nada nuevo bajo el sol.

Ismael Pérez de Pedro

(Poeta)