Hay días que deparan sorpresas.

 Momentos en que se te transparentan, 

sin filtros, los códigos interiores: 

quién eres, cómo eres.

Quien mira con atención descubre 

 aquello que piensas y no osas decirte.

O lo que ni siquiera pensaste. 

Quizás lo hiciste, alguna vez,

pero la idea pasó sin huella 

a través de ti.

Sí, a veces hay sorpresas.

Sin llaves de paso a tu alma, 

una mirada, una reflexión, 

una sentencia sincera sobre ti,

pronunciada de muy buena fe, 

te reconoce por dentro.

Hasta puede cambiar tu percepción 

de los decorados que adornan o afean 

el espíritu que te sostiene.

Si no te crees de vuelta de todo, 

aún eres capaz de la chispa 

del asombro.

Ese asombro que te baja las defensas,

que te asalta y te hace sonreír, 

o que te suena a afectuosa 

y merecida advertencia.

Ese que te deja sin saber

 qué decir después.

Gloria es escuchar

 a quien se toma tiempo 

-que sea poco o mucho 

no es lo importante- 

para revelarte qué persona eres 

y cómo podrías llegar a ser mejor.

No son palabras gratuitas,

 las que te dedica.

Sólo las justas. Claras, de no rodeos.

Tan certeras como un escáner de ti,

paran tu mundo un segundo tan largo

que tiene amplitud de universo.

Las agradeces. 

Aunque te cueste aceptarlas,

necesitas las respuestas sin ambages 

a la pregunta repetida 

que te haces a ti misma:

¿Quién soy?

Hay instantes de verdad que te regalan sorpresas.

Patricia Aliu

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