NUNCA DEBEMOS PERDER LA ESPERANZA

NUNCA DEBEMOS PERDER LA ESPERANZA

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Hay momentos en la vida en que el mundo parece venirse encima nuestro. Se podría decir, sin temor a equivocarnos, que la humanidad entera vive hoy

una situación así. Pero a veces se trata de cosas personales y por tanto, menos trascendentes para la gran mayoría, aunque de una enorme magnitud para quien las padece. Un ejemplo claro, puede ser la pérdida de un ser querido.

Sin embargo hay otras que sólo son de importancia para quién sufre la pérdida y suelen ser vistas como una exageración, por muy diferentes motivos, para quienes no lo han sufrido, o simplemente no tienen la capacidad empática de ponerse en el lugar del otro.

Esto último, les suele pasar a quienes pierden una mascota. Para muchos después de todo, sólo estamos hablando de un perro o un gato, fácil de sustituir por otro, como si de un adorno se tratase. Sólo quien ha recibido el amor que estos queridos acompañantes son capaces de darnos, pueden comprender el tremendo dolor que se sufre cuando no están a nuestro lado. Nos dan todo sin pedirnos nada, son capaces de interpretar nuestros sentimientos, ya sean alegría o tristeza, cuando muchas veces para nuestros queridos humanos más cercanos, éstas pasan desapercibidas.

La pérdida por muerte, tiene sin embargo el consuelo de que una vez pasado el duelo, el dolor parece disminuír, aunque nunca nos abandone del todo, pero la desaparición de uno de nuestros incondicionales amigos, simplemente porque no sabemos donde está, ni como está, puede llevarnos a la más dolorosa de las situaciones. Nunca nos podemos resignar y vivimos con la esperanza de que, algún día, aparecerá por esa puerta que una vez, le vió salir.

Este es el caso de Ras (así se llama), que desde hace 14 meses desapareció sin dejar rastro, pero no hace perder la esperanza de su aparición, a su querido amigo humano, y querido lector de nuestro DELTA.

No perdamos la esperanza.

Enrique Carrillo

Editor