
Hasta pronto amigo, nos volverémos a ver
Con el cuerpo aún tibio, como él mismo, quiero despedirme de mi amigo Celestino. Le conocí siendo yo fotógrafo,
el oficiando la ceremonia y yo mi oficio. Fue el mismo día en que conocí Viladecans. Años después, las causalidades, me trajeron de vuelta, pero ya para quedarme y ese conocimiento comenzó a fraguarse, sumado por las circunstancias de mi vuelta al periodismo, como editor de El DELTA. Confieso que, al principio, no supe ver más que su aspecto de hombre tosco, algo encorvado y con un ojo siempre lloroso. Ambos defendíamos nuestro territorio, él, el sagrado legado de bendecir, entre otras, bodas, comuniones y bautizos, y yo el de retratar esos momentos que para muchos se harían inolvidables.
Un día antes de que llegaran los padres y el niño a bautizar, me llama a la sacristía y me dice, "sábes que tu y yo tenemos algo en común?, cerramos un ojo para hacer nuestro trabajo". Fue en ese momento que descubrí esa sonrisa que no se desdibujaría nunca, franca, cálida, fraterna, y desde entonces lo sentí mi amigo.
Quiero creer en ese Dios al que sirvió con lealtad inquebrantable, sirviendo a los hombres en su nombre. Lo quiero por él principalmente, porque este día triste para la mayoría de los que le conocimos, es un día de júbilo al reencontrarse con su padre. Y lo quiero por mí y me explico, en el 2014, cuando volví a mi país, me fui a despedir, me dijo "no estés triste, que nos volveremos a ver". Que así sea amigo, que así sea.
A continuacón os dejo con una buena parte del artículo que publicara en su día, otro gran amigo y escritor, José Luis Atienza, en esa ocasión con motivo de la Jubilación de Celestino y con un poema que le dedicara su sobrino, mi hermano, José Luis Bravo.
Enrique Carrillo Romero
"A muchos nos hubiera gustado estar allí en ese momento hermoso, de júbilo pero también de adiós, aunque sea con un hasta siempre.
Podemos imaginar por las fotos el trato exquisito que siempre ha tenido el padre Celestino con la liturgia. Él, de natural humilde, siempre les otorga a los actos religiosos una austera solemnidad en cada gesto, en cada palabra.
El texto que sigue suma algunas palabras a las que pronunció la Encarnación García (Teniente de Alcalde de Medio Ambiente de Viladecans) en la iglesia de Santa María de Sales como homenaje sin distancia social a una larga biografía de servicio a la comunidad, quieren ser un homenaje popular sin distancia social, palabras sin mascarilla, a una persona pública querida con un historial casi irrepetible.
Celestino Bravo Nieto, rector de la parroquia de Santa María de Sales se ha jubilado a los noventa y dos años de una labor que para él nunca ha sido un trabajo, sino una vocación, el motor de su vida de servicio a favor de quien lo necesita. Una vocación que no se aprende ni en los institutos, ni en las escuelas de formación profesional, ni en la Universidad, ni siquiera en los seminarios, porque se lleva dentro: ayudar a los demás. Ayudar a cualquiera, sobre todo a los olvidados que no por casualidad son quienes menos tienen. Porque él, siempre ha hecho algo más que leer y recitar las bienaventuranzas: se las ha tomado en serio.
Él hizo de esa iglesia con la piel dura y fría de cemento portland el cálido templo de los pobres como si fuera la casa de todos, el refugio de los perseguidos, el lugar para los necesitados, el santuario de quienes tienen hambre y sed de justicia, o simplemente de quienes tienen hambre a secas. En el pórtico que se alzaba para abrigar las campanas hay quien adivina el movimiento de un caballo para caminar de pie y hay a quien le recuerda el gesto de rezo de la mantis religiosa. Nuestro padre Celestino probablemente no veía el campanario desde abajo como escalada hacia el cielo sino que lo imaginaba desde arriba, como un tobogán para que la iglesia bajase rápido de las alturas y tocase de pies en el suelo.
Él había nacido en Somolinos, un pequeño pueblo de la Sierra Norte de Guadalajara con una bella laguna del mismo nombre alimentada por un afluente del Henares, el río Bornova, aunque casi de niño entró en el seminario de Sigüenza. Hubo de abandonarlo a los dieciséis años y trasladarse al seminario de Barcelona para tratarse un ojo enfermo. Corría el año 1944, y diez años más tarde, en 1954, fue ordenado sacerdote y nombrado vicario, primero de Sant Celoni y después de San Salvador de Horta de Barcelona. Cuatro años más tarde el ojo empeoró, tuvo que ser operado y enviado al Hospital de San Lorenzo de Viladecans. Teresa de Jesús decía que Dios escribe recto con renglones torcidos. Dios, o simplemente la vida, escribió recto. Nos lo trajo a Viladecans.
Comenzó siendo capellán del hospital y se le quedó para siempre lo de cura del hospital. Le sentaba bien aquel nuevo apellido porque él siempre ha practicado la ley de la hospitalidad para los humildes y los desposeídos. La aparición del cura del hospital con su hablar firme, pero humilde y tranquilo en tiempos de ordeno y mando fue como respirar el aliento del Vaticano II con años de adelanto.
El año 1962 fue nombrado rector de la parroquia de Santa María de Sales. Era un rector sin rectoría en una parroquia sin techo. La iglesia era todavía un solar en un descampado, para un poblado Roca que estaba tan ligado a la fábrica como sus pisos al puesto de trabajo, y para una Albarrosa que entonces era poco más que un barrio de torres de fin de semana. El cura Celestino, a él le ha cuadrado más cura que otra cosa porque siempre intenta cuidar de sus feligreses en cuerpo y alma, no necesitaba un edificio para organizar Fraterna Ayuda Cristiana, Fraternidad, Ayuda, un sinónimo de Solidaridad, fe cristiana para recoger donativos y fondos para ayudar a personas enfermas.
En el año 1967 se inauguró la Iglesia de Santa María de Sales, pero la gente la conoce popularmente como la iglesia del Poblado, aunque no esté en el Poblado. La iglesia de Santa María de Sales hoy forma parte de la vida religiosa, pero también de la memoria popular de este barrio, de la pacífica lucha obrera de mucha gente de su parroquia por una vida más justa. De la iglesia como lugar de acogida.
En 1971 aceptó gestionar bajo el paraguas de Cáritas la caja de resistencia de los trabajadores de la Roca en huelga y convirtió la iglesia del tobogán en un banco de alimentos para los huelguistas y sus familias, sin un pan que llevarse a la boca. Las tres ideas Fraternidad, Ayuda y Cristiana no eran palabras sino que formaban la esencia de la parroquia de la que formaba parte un barrio que llevaba el apellido de los trabajadores en su nombre, El dirigente obrero y tesorero ilegal del tesoro ilegal de aquella solidaridad ilegal de la huelga ilegal de Roca, Jaume Cullerés, dijo esto del padre Celestino cuando cumplió las bodas de oro con sus feligreses, sus cincuenta años como párroco, “se hacen presentes los viejos recuerdos de su gran labor en esta población, tanto con su apoyo durante las huelgas de Roca, como en su labor en el hospital, y en los barrios de poniente y en toda la ciudad. No puedo evitar dar mi opinión de mossén Celestino, escribía Cullerés, como persona y cura que es pues él cree y aprecia a las personas de su entorno aunque no sean de ir a misa. Él valora el hacer cotidiano de las personas”.
En un sermón y en una hoja parroquial de aquel noviembre de 1971 reclamó la regulación del derecho de huelga, que era mucho reclamar en noviembre de 1971. En aquella hoja además afirmaba “La seguridad del poder y de los medios económicos no debe llevar a esperar la claudicación del débil, en este caso del obrero, ante el hambre y la inseguridad de su familia”.
Lo que hizo el cura Celestino en aquella huelga y siguió haciendo cinco años más tarde en la huelga del 76 con la Guardia Civil ocupando la calle como un ejército de ocupación del Gobierno Civil franquista es lo que ha hecho siempre desde el primer día que llegó: Fraterna Ayuda Cristiana, que para él siempre se ha conjugado con solidaridad, con echar una mano y con ser cristiano de una manera muy franciscana. Hablando de Franciscos, el papa Francisco dijo que los pastores deben de oler a oveja. Nuestro cura Celestino lleva oliendo a oveja desde que nos llegó a Viladecans con solo treinta años y se ha quedado en nuestro corral hasta jubilarse con noventa y dos.
Con cincuenta y ocho años de párroco forma parte también de la historia civil de Viladecans. Llegó cuando no teníamos siete mil habitantes y ya nos acercamos a los setenta mil. Nuestro cura Celestino Bravo tiene la medalla de honor de la ciudad, pero como párroco, ha sembrado durante seis décadas un respeto y un cariño que no resume ni una medalla de honor. Aunque también es un mérito de la gente de esta ciudad haber reconocido que habrá personas con más lustre, pompa y circunstancia pero pocos como el cura Celestino, el párroco Celestino, que encarnen los valores de la gente de esta ciudad. El olor de oveja que da el trabajo, el trabajo y el trabajo y el roce de la fraternidad que hace el cariño.
A modo de incompleto resumen, el cura Celestino ha hecho que no pocos, a pesar de ser descreídos lo sintamos como uno de los nuestros, hecho que a su vez nos obliga a sentirnos como uno de los suyos. A eso se le llama hacer comunidad".
José Luis Atienza
CELESTINO BRAVO NIETO
Celestino Bravo Nieto,
Aldea Leal que el Bornova riega:
manso río cristalino
que regala por doquier
la balsámica Agua de la Vida.
Ironías del Destino:
un defecto en la visión
te convierte en reflector
del Sagrado Ojo Divino.
Teólogo cura obrero,
Arcipreste del Cinturón Rojo,
fiel guerrero cristiano
que combate con arrojo
la injusticia del tirano.
Intrépido viajero,
Celestino Bravo Nieto,
excursionista temerario,
natural de Somolinos.
Fotógrafo ilusionado,
romero peregrino
del Santiagueño Camino
y las rutas pintorescas
de tu natal Guadalajara.
Firme defensor del oprimido,
auxiliador del perseguido
en tu iglesia hospedadora.
Ni las huestes del Invicto
pudieron conseguir
resquebrajar tu espíritu .
Esas huestes verdigrises,
lobos para el hombre,
represoras de los sueños
ahogando el porvenir,
no minaron ese empeño
de honrar a tu prójimo
como a ti mismo,
según dice el catecismo.
Arriacense de orígenes,
Celestino Bravo Nieto,
viladecanense de adopción;
sean todos nuestros mimos
para el cura proletario
del Rojo Cinturón.
Feliz cumpleaños,
venturoso aniversario,
brindemos por los redaños
del guerrero octogenario.
José Luis Bravo