PON OTRA MÁS

PON OTRA MÁS

Imprimir

Un año y medio. Ha pasado ya un año y medio desde el inicio de la pandemia. Jamás volverá a cogernos desprevenidos—nos dijeron—unos y otros, los mismos que (oh, qué sorpresa) se culpaban entre ellos del desastre y alentaban a sus acólitos y feligreses a hacer lo mismo.

Murieron a decenas, a centenares, a miles. Cada día. No tuvimos mascarillas suficientes, ni equipos de protección, ni respiradores (somos un país de sol, tapas y especulaciones con hielo, aquí no se produce nada). No tuvimos personal suficiente para hacer frente al incremento de pacientes necesitados de pruebas y atención.

Daban el otro día en televisión la noticia del primer día sin fallecidos por covid, a pesar de que la incidencia acumulada de transmisión está disparada entre los jóvenes y se teme un nuevo colapso sanitario. Por casualidad, claro, nada habrá tenido que ver el levantamiento de restricciones y el mensaje que se ha ido calando de que en este país todo el mundo debe hacer lo que le venga en gana porque lo contrario atenta contra su libertad. Y es que somos un país de esclavos y oprimidos; no por los salarios de miseria, el nefasto funcionamiento de cercanías, los peajes, las comisiones bancarias, la atención de nuestros mayores, la indefensión laboral o del consumidor ante cualquier estafa, las tasas universitarias, los planes de estudios que se cambian con cada gobierno, los atracos en el impuesto de sucesiones..No. Somos un país de oprimidos porque no podemos juntarnos a cientos para beber, gritar, dejarlo todo hecho un asco de orines y vómitos y hacer lo que nos venga en gana aunque como resultado de esos actos se produzcan muertes. Mala suerte. Si las concentraciones se permiten para unas cosas, pues para otras también, claro.

¿Y qué hacen los gobiernos, aparte de no acordar nada con los gobiernos vecinos e ir por libre porque, claro, aquí nadie es súbdito de nadie? Poco; decirnos que no vayamos a los centros de atención primaria para no saturarlos y que no se harán pruebas a asintomáticos, que no hay muchas y que confiemos en que los contagiados se quedarán en casa, aunque no sepan ni que lo están.

   ¿Alguien sabe, a fecha de hoy, cuántos respiradores hay en su hospital de referencia, cuántos más de los que había al principio de la pandemia? ¿A cuántos médicos y enfermeras, celadores y personal de limpieza y laboratorio han contratado? ¿Alguien lo sabe, lo ha preguntado? ¿Le han respondido? ¿Son más que hace año y medio? ¿Cuántos? Todo ese dinero que no iba a faltar nunca más para sanidad, año y medio después de la promesa, ¿dónde está?

Olvidemos todas esas cuestiones negativas y tomémonos unas cervezas hasta las tantas, aunque sea solo para despotricar de unos y de otros y reírnos de ellos. Eso sí, nunca lo haremos igual de bien que como lo hacen ellos de nosotros. Pero qué más da.

   Camarero, ¿Qué le debo?

Ismael Pérez de Pedro