Piedra, papel o tijeras

Piedra, papel o tijeras

Imprimir

   El año pasado, más de cincuenta mil personas fallecieron mientras esperaban la resolución de algunos de los trámites de la ley de dependencia para recibir las ayudas que

habían solicitado. Cabe destacar que, de media, los dependientes esperan más de cuatrocientos días antes de ser atendidos.

   Las cifras, a fuerza de repetirlas, pierden su impacto. Debiera y debería pasar lo contrario, por aquello precisamente de que la reiteración se utiliza para dejar clara una postura, para remarcarla, pero, a menudo, los medios de comunicación la convierten en una anáfora mal utilizada que pierde su sentido.

   India quema en algunas de sus calles a sus fallecidos por la pandemia, a razón de tres mil diarios. Si ya prestamos poca atención a los muertos patrios, el dato hindú no creo que remueva ninguna tripa llena.

   Más de doscientas mil personas al año acuden a recibir tratamiento médico de algún tipo solas, no por su voluntad. Dos millones y medio de personas mayores de sesenta y cinco años viven también solas en España.

Un millón de familias de este país tienen a todos sus miembros en situación de desempleo. Mil doscientos seres humanos duermen en la calle en Barcelona, cuarenta mil en toda la nación. Más de dos mil millones de personas no tienen acceso a agua potable en el mundo, novecientos millones viven en asentamientos en condiciones lamentables.

   Hay mucha gente sola. Hay mucha gente enferma. Hay mucha gente pobre o con dificultades económicas y esto agrava mucho más el padecimiento derivado de las dos primeras afirmaciones. Es algo que, de tan obvio, a menudo pasa desapercibido.

   Y, mientras tanto, jugamos a piedra, papel o tijeras con el ciudadano; adoquín gana a lata de cerveza, bala en un sobre gana a adoquín, muñeco ahorcado de un puente es libertad de expresión... Y así andamos, atrincherados, espoleando a los “nuestros” e increpando a “los otros” sin caer en la cuenta de que nosotros también formamos parte de una enorme y terrible cifra que, como las otras, parece traernos sin cuidado. La de los engañados.

Ismael Pérez de Pedro

Poeta