Tenemos manías, por supuesto que sí

Tenemos manías, por supuesto que sí

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¿Qué entendemos por manía? ¿Qué nos gusta hacer las cosas de una forma determinada, en un tiempo determinado y en el sitio que consideramos adecuado? Podemos considerarlo una manía, por supuesto. Cuando ocupa la mayor parte de

nuestro tiempo e interrumpe nuestra vida cotidiana, se convierte en una obsesión. Y si tenemos que hacerlo, sí o sí, a pesar de lo que nos indique el sentido común, se convierte en una compulsión.

Tener rituales, manías como solemos llamarlos, no es nada malo. Todos tenemos alguna que llamaría la atención a otras personas de nuestro alrededor: entrar en los edificios siempre con el pie derecho, remover el café en sentido contrario a las manillas del reloj, santiguarse al salir de casa, tirar el primer chorro de una botella de agua envasada…

Esto sólo son pequeños ejemplos de manías que puede tener gente corriente (y doliente) en su día a día.

El problema lo tenemos cuando estas manías (y otras más o menos rebuscadas) se convierten en obsesiones y en la necesidad de hacerlas (compulsiones) por la creencia de que algo malo nos puede suceder si no lo hacemos.

El temor a que nos ocurra “algo”, a nosotros mismos o a nuestros familiares más cercanos, amigos o conocidos/convivientes, es mayor que la capacidad de autocontrol en la compulsión de reproducir la obsesión que nos ha invadido.

Para evitar ese “algo” que nos va a ocurrir a nosotros o a los otros, ese “algo” malo (accidentes, enfermedades, catástrofes, al fin y al cabo, valoradas como tal) nos “manipula” para que cumplamos con la compulsión (acto a realizar para evitar esa catástrofe) una y otra vez a fin de estar “a salvo” o poner a los otros “a salvo”.

Esto conlleva mucha angustia y ansiedad por parte de la persona que lo padece. Genera cuadros de pánico, ansiedad generalizada y somatizaciones corporales (efectos físicos en el cuerpo como nauseas, mareos, taquicardias, sudoración excesiva…) cuando no se llevan a cabo las compulsiones y nos ponemos en pensamientos catastrofistas.

Algunas soluciones:

¿Seguimos?

Sandra Sánchez

Psicóloga