La felicidad absoluta

La felicidad absoluta

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¿Qué es para cada uno la felicidad? Según la primera entrada del diccionario de la RAE (Real Academia Española) es un “Estado de grata satisfacción espiritual y física”. En su tercera entrada se refiere a la “Ausencia de inconvenientes o tropiezos”.

En su segunda entrada hace referencia a aquellas cosas que nos hacen felices…

Ayer mismo estaba hablando con uno de mis pacientes y (a pesar de ser un comentario escatológico, aviso por si acaso) estaba comentándome las dificultades que tenía para descansar, para poder dormir, debido a una enfermedad que padece, así como las dificultades que tiene para poder evacuar correctamente, debido, en gran parte, a su falta de movilidad y, también, a las medicaciones que toma. Y hacía referencia que sería feliz si pudiera ir al baño regularmente y dormir varias horas seguidas, sería el estado de felicidad absoluta al que podría aspirar.

Otra de mis pacientes también decía que para poder vivir normalmente deberían desaparecerle las ganas de vomitar, las náuseas continuas, que tiene. Seguramente, de origen somatizado, donde ninguna medicación ni ningún remedio le ha funcionado correctamente (ya que no han encontrado causa alguna que provoque dichas nauseas).

Hace poco otra de mis pacientes me comentaba que sería feliz si pudiera volver atrás en el tiempo, donde se sentía plena y completa (no se había separado). Necesita de una pareja para ser “persona”.

Otro de ellos necesita volver a su trabajo que tenía (ya no existe el lugar donde trabajaba) para ser feliz. Ahora debe compaginar trabajos para los que está sobre cualificado con una vida familiar con la que no está a gusto…

Otra de ellas sería feliz si pudiera caminar como lo hacía antaño, antes de tener la enfermedad actual. No necesita más, sólo caminar como lo hacía antes, y no cansarse (fatiga neurológica) al intentar hacer cualquier cosa.

Otro de ellos quería volver a hacer excursiones por la montaña como lo hacía cuando era joven y no tenía tantos años y tantos achaques, “aquello era la felicidad más absoluta que te pudieras imaginar”.

Escuchando todas estas manifestaciones de diferentes pacientes, separados en tiempo y situación, uno se pregunta si existe la felicidad como tal, o más bien, tenemos que complementar las 3 entradas a las que hace referencia la RAE… y que cada uno experimente la felicidad a su manera.

No es que no podamos caminar, ir de excursión, trabajar, estar en pareja o convivir…, sino que no lo hacemos cuando relacionamos estas actividades con un estado de bienestar. Podemos caminar, pero no en la misma intensidad, tiempo y ritmo como lo hacíamos antaño. Esto nos frustra. El trabajo, si bien nos realiza, debe ser también el instrumento que nos permita hacer las actividades que queremos…

Sabemos y somos conscientes que estamos llevando al extremo y al minimalismo las situaciones, que éstas son más complejas per se de lo que realmente expresamos. Detrás de la imposibilidad de caminar se encuentra una reducción de actividad, de socialización, de autonomía… Detrás de la protesta por el trabajo hay una gran insatisfacción personal y familiar importante (unos hijos adolescentes con dificultades emocionales, un matrimonio con dificultades de comunicación, relación y conciliación, un trabajo inferior a las capacidades mostradas en años de experiencia…). Detrás de la imposibilidad de no evacuar correctamente y no dormir se encuentran muchas dificultades motrices y emocionales (movilidad, frustración, rabia…), agravadas, a su vez, por las consecuencias de las cuales nos quejamos.

Detrás de las quejas por una vida en pareja de antaño, hay frustración, autoestima dañada, idealización social…

Entonces, ¿no podremos encontrar la felicidad?

Por supuesto, se trata de saber dónde está, con quién (o sin quién) y en base a qué nos sucede y cómo estamos y con qué comparamos el estado feliz con un estado no feliz.

Quizá la felicidad consista en sacarse unos zapatos al llegar a casa y descansar los pies, con un refrigerio en mano. En otras ocasiones consista en una sonrisa por la calle con un desconocido o desconocida. En otras ocasiones sea poder dormir ocho horas ininterrumpidamente. Otra sea en cantar a gritos dentro de la cabina del camión el I Will Survive de Gloria Gaynor utilizando el cargador del móvil a modo de micrófono. Otras saltar como niños grandes en unos charcos en medio del camino…

Lo que quizá sí está claro (o quizá no) es que el sentido de felicidad lo debemos atribuir nosotros y valorar aquellos pequeños momentos que aportan paz física, mental, donde no encontramos inconvenientes ni tropiezos y con aquello o con quién nos aporten esos momentos.

¿Seguimos?

Sandra Sánchez

Psicóloga