A menudo los padres vienen a consulta diciéndome: “te traigo a mi hijo porque no se qué le pasa… y eso que tiene de todo”
. A ver si puedes hacer algo.
¿Qué queremos decir cuando nuestros hijos tienen “de todo”? Puede ser un móvil de última generación, la última versión de la playstation, un patinete eléctrico, un viaje a Eurodisney…
¿En algún momento nos hemos parado a pensar si es aquello que necesitan?, ¿O de alguna manera estamos comprando su bienestar y salvaguardando nuestro ego?
En terapia yo acostumbro a darles un lugar seguro y protegido donde el niño o adolescente se permita ser él mismo. Me presto a él como adulto, sin ponerme por encima. Aceptándolo tal y como es, sin juzgarlo ni dirigirlo.
Marco unos límites para su seguridad y me acerco a él desde el respeto, el interés y la escucha.
Todo ello le permite expresarse en confianza, poder conectar con sus auténticas emociones, tomar conciencia de sus habilidades y permitirse cambiar aquello que le incomoda o enfada.
A diario veo como el tipo de vida cotidiana al que nos vemos sometidos nos hace entrar en un automatismo que nos lleva a olvidar lo que es realmente importante. Los niños y adolescentes esperan recibir una mirada, un reconocimiento por parte de los demás. Pasar unos minutos con ellos, ser escuchados, compartir juegos e inquietudes. Una vida donde poder disfrutar de la presencia de sus padres sin sentir invadido su propio espacio.
En ocasiones veo que hay padres que les dan a sus hijos lo que ellos no pudieron tener. Intentan cubrir las carencias que tuvieron de pequeños dándoles a sus hijos hoy, aquello de lo que ellos carecieron de niños. Nuestros hijos necesitan reconocimiento, escucha, una mirada, comprensión, empatía. Compañía para poder sentirse sobre todo queridos.
Debemos darle un espacio libre y protegido donde el niño pueda desarrollar sus habilidades, que le permita aprender poco a poco a desarrollarse dentro de un ámbito de respeto y responsabilidad sintiéndose querido. Preguntarle como le podemos ayudar. No darle ni más ni menos de lo que necesita y estar disponibles para el cuándo asi lo precise.
La fórmula para que nuestros hijos sean felices está compuesta por una suma de respeto, reconocimiento, admiración y tiempo para compartir con ellos sus ilusiones e inquietudes, todo ello regado con una buena dosis de amor.
Y si veis que esto no funciona, por favor ampliar la dosis.
Jordi Colmena
Terapeuta Gestalt Infantil y Adolescente
Director en ESPAI TERAPEUTIC Viladecans